Mi experiencia en una escuela activa (Papoula II)

Written by Transformandonos

Seguimos con serie en la que te voy desmontando los entresijos de una escuela activa. Aquí puedes leer el primer artículo. Estoy segura de que le sacarás utilidad desde tu casa o tu aul

Y ¿cómo aprovechábamos estos recursos? Te voy a ir contando como organizábamos la mañana. Comenzamos por las asambleas. Al principio las hacíamos diarias pero perdían un poco el sentido. Así que en los últimos años las realizábamos al principio de la semana y al finalizar. En ellas se daban lugares hermosos de expresión y escucha. Para mí la asamblea es la herramienta básica para que se dé una educaciondemocratica. En infantil la utilizamos para ir comprendiendo cómo se dan las reglas de la comunicación, pero en primaria ya tiene una utilidad real de creación de las propias normas sociales del grupo humano que allí convive. Siempre que quisieran podían llamar a la asamblea, cuando tenían algo que resolver con urgencia y estaba implicado todo el grupo (sobre todo se usaba en primaria). Las asambleas nos traen verdaderos aprendizajes a grandes y pequeños/as.

Los días que no teníamos asamblea, comenzábamos la mañana con actividades que nos sirvieran para trabajar la concentración, la atención, la percepción ya que si pretendemos que puedan escucharse a sí mismos y conectar con sus intereses y necesidades, debíamos crear estos momentos de conexión. Y a su vez, para ser conscientes de que, aunque íbamos a trabajar de manera individual en muchas ocasiones, formábamos parte de un grupo. Una mañana hacíamos Yoga, otras pequeñas meditaciones y otras dinámicas para aprender a focalizar, por ejemplo, vamos a mirar por la ventana esta mañana con ojos de arquitecto/a, ¿en qué se fijaría un/a ornitólogo/a? y ¿Manuel?

Después de las actividades de inicio, comenzaba el trabajo por proyectos. Todos los proyectos surgían del interés de los peques (hablo ahora en masculino porque los proyectos a los que me voy a referir se realizaban sobretodo en primaria y ahí solo había chicos en los últimos años). Se ponían en común los intereses y así quien quería los hacía conjuntamente. Las acompañantes preparábamos actividades variadas, abiertas y opcionales para que cada persona eligiera por donde tirar. Aprovechábamos los recursos materiales y humanos que teníamos al alcance (que eran muchos más de los que nuestra humilde mente podría creer). La deriva personal de cada uno marcaba el camino a recorrer. Se fijaban unos objetivos (que, por supuesto, no siempre cumplían) y al finalizar el proyecto, que tenía una duración variable (normalmente como mínimo una semana), ponían en común los aspectos alcanzados para que el campo de visión se ampliara.

Otro momento especial a lo largo de la mañana. Al contrario de lo que ocurre en las escuelas convencionales, en Papoula el almuerzo era un momento de reunión, un ratito en el que compartir nuestras experiencias, hablar de lo humano y lo divino. Todas las personas nos juntábamos en el almuerzo quisiéramos comer o no, en un horario abierto en el que podías unirte poco a poco, cuando ibas terminando lo que te traías ente manos. La preparación era cosa de las/os peques, una persona de infantil y otra de primaria se encargaban de dejarlo todo listo. Y conforme iban terminando, cada cual se encargaba de su plato, sus desperdicios, etc. Sin duda un gran momento de aprendizaje.

El resto de la mañana se organizaba movido por los intereses de cada persona. Cada cual decidía si seguir con sus proyectos, investigar sobre algo nuevo, probar diferentes retos, explorar algún material, salir afuera, jugar a juegos de mesa…Teníamos una pequeña organización previa para ver si podíamos cubrir, a nivel de espacios, todos los intereses existentes. Y en este ir y venir, solían surgir nuevas normas que organizaban la vida en grupo.

La pedagogía activa ofrece una atención individualizada a cada persona, favorece el trabajo personal y en grupo, posibilita que cada cual elija temas y materiales en función de sus intereses. Además utiliza tácticas de metacognición y estrategias de pensamiento crítico y toma de decisiones. Todo ello forja las bases de una buena inteligencia intrapersonal. Pero veíamos necesario seguir dando herramientas para el autoconocimiento, para adquierir vocabulario emocional y para asentar habilidades sociales. Por eso, al finalizar el día hacíamos actividades de cierre destinadas a la inteligencia emocional: Dinámicas, role playing, cuentos… que nos hacían más conscientes de nuestro ser y estar en el grupo.

Al finalizar la semana, realizábamos una espacie de asamblea todas juntas, tanto infantil como primaria, para mostrarnos en lo que habíamos estado enredados/as esa semana. Creaciones artísticas, proceso de los proyectos, descubrimientos, ideas y propuestas para hacer en grupo, iban surgiendo cada semana. Una herramienta que nos funcionó muy bien para que se inspirasen los/as unos/as a los/as otros/as y tomáramos conciencia de lo que estábamos aprendiendo/trabajando/jugando. Una gran herramienta de metacognición.

Las salidas del espacio eran muy frecuentes. De hecho funcionaban tan biden que hubo un tiempo en el que programábamos salidas periódicamente. Veíamos como las relaciones sociales mejoraban y los puntos de interés aumentaban. Como os he comentado en alguna otra ocasión, teníamos muy presente el concepto de educación expandida a sabiendas de que no solo las cuatro paredes del aula sirven como espacios de aprendizaje. Las salidas podían surgir de intereses a completar para los proyectos o de propuestas por parte de las adultas o incluso aprovechando la agenda social de la zona. En la imagen podéis ver una de las múltiples visitas al osario del cementerio del pueblo, sin duda, uno de sus lugares preferidos.

También muy habitualmente, recibíamos a personas expertas que nos mostraban sus conocimientos de la forma más vivencial posible sobre temas que les resultaban de interés. Las acompañantes no siempre tenemos el saber suficiente para atender a sus inquietudes y debemos servirles de puente con la realidad que les rodea para que piensen a quién o quiénes saber recurrir en un momento dado. Electricidad, ajedrez, rugby, danza del vientre, magnetismo, construcción, bosques autóctonos, aves, astronomía, setas, dibujo, narrativa, mineralogía… son los temas que me vienen a la cabeza de repente, pero estoy segura de que hubo muchos más intereses cubiertos a través de estas actividades.

Durante mucho tiempo compartimos el espacio de Papoula con niños y niñas menores de tres años. Los miércoles por la mañana, acudían al espacio “peques” con una figura de referencia. Esta actividad resultó tener muchas ventajas: se relacionaban con personas más pequeñas, compartían su día a día con otros/as, les mostraban como se utilizaban los materiales… pero también servía de “periodo de adaptación” para estos peques cuando se unían con tres años a Papoula. Esas personas ahora ya eran “mayores” conocían el funcionamiento de la escuela y apenas necesitaban acompañamiento adulto al iniciar la escuela.

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